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La llamada del mar: un voluntariado que engancha

Enrolarse en un buque hospital o de rescate de refugiados para ayudar a poblaciones desfavorecidas atrae cada vez a más profesionales

Rescate de migrantes del barco Aita Mari en una imagen cedida.

Alejados de la oficina y centros de trabajo, sin reuniones y agendas apretadas, cada vez son más los profesionales que se plantean hacer un parón laboral. Y no lo hacen para descansar, sino para dedicar su tiempo y conocimiento a los demás. Una tendencia que llena de propósito al trabajador y le plantea otra forma de entender el mundo laboral. El mar es uno de los escenarios que gana enteros. Ya sea a bordo de hospitales flotantes, barcos que trabajan por la paz o de los que salvan vidas en las rutas migratorias. “Trabajar por los demás te da una felicidad difícil de encontrar”, señala Carolina de Damas, voluntaria en Mercy Ships (Naves de la Esperanza).

En estos Barcos de la Esperanza todos son voluntarios, tripulación incluida (400 personas), y trabajan desde 15 días hasta un año. Estos buques hospital viajan por el mundo prestando atención y cirugía médicas a poblaciones con acceso limitado a estos servicios, pero también capacitan a los equipos médicos y hospitales locales. Su foco principal es África, donde hay países que apenas llegan al 0,1% de cirujanos por cada 100.000 habitantes. Cuentan con dos barcos: el Global Mercy, de dimensiones colosales, y el Africa Mercy, más pequeño. Ambos acogen a más de 2.500 voluntarios de 60 países. “Los voluntarios dejan un legado que contribuye a mejorar la infraestructura de los países a los que acudimos y forman a los sanitarios en el uso de procesos y equipos médicos para que lo apliquen en sus poblados”, señala Gerardo Vangioni, presidente de Mercy Ships España.

Un voluntario puede trabajar en tres ejes: sanitario (médico, enfermera, ingeniero, fisioterapeuta…), tripulación (capitán, oficial, marinero, técnico…) y otros profesionales (responsable de compra, marketing, comunicación, recepcionista, chef, cocinero, camarero, administrativo, peluquero…). “Es un voluntariado novedoso que cambia la vida de las personas en estas latitudes, pero también la del voluntario”, destaca Vangioni. Y ejemplifica: “Hay países donde si la mujer no es intervenida de una reconstrucción posparto, el marido puede repudiarla e incluso expulsarla de la aldea”. Carolina de Damas (38 años) es enfermera del Hospital Santa Ana de Motril (Granada) y voluntaria: “Hay un antes y un después de esta experiencia. Se empieza yendo en tus vacaciones y acabas haciendo un parón para dar más de tu tiempo”.

El pasado mes de noviembre se enroló en el Global Mercy en Sierra Leona y el próximo agosto se marcha el trimestre a Madagascar a bordo del Africa Mercy. “Cuando encuentras gente con un mismo propósito se pueden cambiar las cosas”, dice. Y destaca: “La enorme energía que se genera a bordo. Es como una ciudad, donde todo está organizado y cada voluntario desarrolla su tarea en perfecta sincronía”. Cuenta que la jornada va de las ocho de la mañana a las cinco de la tarde (“a veces con guardia”) “y libras el fin de semana, pero siempre pendiente del busca”.

Carolina de Damas, enfermera voluntaria en el Mercy Ships, en una imagen cedida.

Hassania Bennis también es voluntaria en estas naves. Es cuarta oficial de máquinas y, como De Damas, repite experiencia. “En mi segunda vez estaré cinco meses porque supone una oportunidad grandiosa de crecimiento profesional, personal, solidario, comunitario y espiritual”. Y añade: “Aprendes que cada persona a bordo y cada departamento trabajan con el mismo fin: aportar su grano de arena al generoso proyecto de hacer llegar la esperanza y la cura a lugares del mundo donde las necesitan”.

Mercy Ships se financia a través de donaciones de particulares y de empresas e instituciones, y tiene en construcción un tercer barco. Para visibilizar su acción y sumar voluntarios la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros, CLIA, colabora dándole voz en “todas las navieras de cruceros a nivel mundial para promover el voluntariado y que colaboren tanto en especie como financieramente”, señala Ana Díaz, su responsable de comunicación.

Activismo

Para ayudar a los demás y adquirir un compromiso en otras latitudes El Barco de la Paz (Peace Boat) trabaja en comunidades de todo el mundo, sobre todo en Japón y noroeste de Asia. A bordo viajan entre 600 y 1.000 personas interesadas en participar en programas que promueven el activismo por la paz, los derechos humanos, el desarrollo justo y sostenible, y el respeto por el medio ambiente. Los voluntarios se enrolan en un ambiente que pretende crear conciencia para lograr cambios sociales y políticos en el mundo. Hay dos oportunidades de voluntariado: profesor de idiomas (GET Programme) e intérprete. Basta con enviar el formulario a la página web. La próxima misión, que partirá en diciembre de 2025, es el Viaje 122, al que se puede aplicar hasta el próximo 8 de junio.

En España también otro barco, el Aita Mari, recorre aguas internacionales para rescatar a personas migrantes “obligadas a desplazarse en condiciones peligrosas hacia Europa para construirse un futuro mejor”, señala Iñigo Mijangos, coordinador en Salvamento Marítimo Humanitario. La embarcación trabaja en aguas de Libia, Túnez y Lampedusa (Italia). Realiza tres misiones al año de dos meses cada una, y solicita voluntarios médicos, socorristas y un fotoperiodista. La próxima misión comenzará entre julio y agosto.

“Es un trabajo duro. Buscamos perfiles comprometidos con los derechos humanos y el feminismo. Estamos orientados a la mujer porque queremos potenciar la labor de la mujer en el mar”, dice Mijangos. Y para ello hay que pasar un proceso de selección donde “valoramos la valía, pero también el nivel de compromiso con estas causas”. Una vez admitido, hay que cursar una formación de tareas y procedimientos de emergencia así como de navegación a bordo. “Está incluido el servicio de alojamiento y manutención. El voluntario tiene que realizar las tareas compartidas (comedor y baños) y limpiar su camarote”, concluye.

Con contrato

Para trabajar a bordo de los buques Mercy los voluntarios tienen que firmar un contrato que incluye el alojamiento en el barco y las comidas, pero no perciben salario. Las condiciones son sencillas: tener entre 18 y 78 años (a esta edad con informe de salud favorable); un B1 de inglés para los dos primeros ejes y “hacerse entender en el resto”, señala Gerardo Vangioni, su presidente. Basta con rellenar un formulario e indicar una de las 200 áreas para trabajar. Una vez aprobada (tarda dos o tres meses) se embarca en uno de los puertos base ubicados en Las Palmas o Tenerife, o directamente se vuela al país donde se halle el barco.“Vamos allá donde nos invitan los gobiernos por lo que no hay trabas administrativas. Los voluntarios no necesitan visados”, añade Vangioni. 

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